Hoy, en la entrada del Material del Entrenador, voy a incluir un artículo escrito por un gran amigo como es Juan Díaz Palomo. Habla sobre los padres y qué relación tienen con el fútbol base. Espero que os sea de utilidad.
Juan Díaz. Padre y Entrenador
Todos nuestros comportamientos, gestos, palabras o acciones tienen repercusión en nuestros hijos. Nos observan y tratan de imitarnos en la medida de lo posible. Un hijo intentará siempre hacer feliz a sus padres, que se sientan orgullosos de él. Así que nuestra responsabilidad es inmensa. Somos observados a diario, por tanto, nuestra labor educativa no cesa nunca. Cualquier momento o situación es un excepcional escenario formativo.
En los años que llevo en el fútbol base, concretamente en Fútbol 7, he podido observar que existen diferentes tipos de padres. Me he permitido clasificarlos en base al comportamiento que tienen dentro de un campo de fútbol.
PADRES – ENTRENADORES: sin duda, ocupan el primer lugar en mi clasificación. Los campos de fútbol están llenos de esta “especie”. Son padres que asisten a los entrenamientos, no faltan a ningún partido. Le dicen al entrenador dónde tiene que jugar su hijo, cómo tiene que jugar el equipo. Están convencidos de que su hijo es el mejor y ven al niño jugando, en un futuro, en un equipo de primera división. Para ellos, no existe nada más que su hijo. El equipo existe porque está su hijo dentro de él. En los partidos “montan” el espectáculo. Antes de comenzar ya ejercen de entrenador: “vamos a ganar” “tú, no chupes tanto” “tenéis que echarle h..”. Durante el partido, no paran de gritar, corregir, situar a los jugadores, increpar a todos (jugadores, rivales y, por supuesto, árbitro), insultar, desafiar, muestran agresividad. A veces, están tan metidos en el partido, que corren la banda. Es frecuente verlos con una cerveza en la mano y su hábitat natural está en la grada pero pegado al terreno de juego donde se le identifica fácilmente. Si el equipo pierde es porque el entrenador no tiene ni idea y los jugadores no tienen el nivel de su hijo. Si se gana el partido se muestra muy satisfecho porque su hijo ha sido pieza esencial y él ha influido, con su dirección del juego a base de gritos, en el resultado. Se marchan convencidos de que su hijo es el mejor. El problema surge cuando en un equipo hay dos o más jugadores que son los mejores (en relación de los padres entrenadores que existen en el equipo: x padres entrenadores = x futuros Messis en el equipo). Si esto ocurre, la guerra está montada. Hace seis años entrenaba a un equipo prebenjamín (6 y 7 años) con el que quedamos campeones de liga. El día de la fiesta por la consecución del título, dos padres entrenadores se pelearon a puñetazos. Los niños no sabían por qué se peleaban, yo tampoco (sigo sin saberlo). Pero es que ellos tampoco sabían por qué se estaban pegando. El daño que estos padres les hacen a sus hijos es inmenso. Lo peor es que ellos no son conscientes y van a más en su actitud negativa.
Estos padres, a veces, se les ven acompañados de otro “ejemplar” que he denominado:
PADRES – SEGUNDOS ENTRENADORES. Tienen la misma misión que el anterior pero en un segundo plano. Sólo se acerca al primero para hacer comentarios puntuales. También increpa e insulta pero desde la barra del bar. Tanto al primero como al segundo, les importa muy poco la formación de sus hijos. Lo único que les interesa es que su “diamante en bruto” esté rodeado de los mejores, en un equipo ganador.
PADRES GRATIFICADORES. Así denomino a los que gratifican, económicamente, a sus hijos por cada gol marcado (lo siento por los defensas y por los porteros). Dan dinero por goles marcados. He visto dar 10 euros por cada gol marcado y estamos hablando de partidos de fútbol 7 en los que un mismo jugador puede marcar un gran número de goles. Los niños, evidentemente, se vuelven egoístas dentro del terreno de juego, increpan al compañero si no le pasan el balón, no tienen concepto de equipo y no se integran en un grupo.
PADRES REPRESENTANTES. Esta “especie” está en auge. A estos padres les da igual que sus hijos jueguen en el equipo del barrio, o no. Buscan el mejor equipo aunque tengan que desplazarse varios kilómetros. Su hijo tiene que estar con los mejores. Si no es así, ya se encargará él de traer jugadores para que su hijo esté en un equipo ganador. Si su hijo queda desplazado porque hay jugadores mejores, busca un equipo donde pueda tener protagonismo. Hace lo posible para que su hijo sea conocido, incluso envía videos a los medios de comunicación locales.
PADRES DESFASADOS. Son los desfasados, los que recuerdan su infancia y creen que el mundo no evoluciona. Se les reconoce por frases como: “En mis tiempos….” “Cuando yo jugaba…”. Les da igual que su hijo, en un entrenamiento, esté 45 minutos haciendo carrera continua porque él entrenaba así. Son partidarios de gritar a los niños de forma desmesurada porque así lo entrenaban a él. No valoran las condiciones tan favorables en las que entrenan sus hijos, se limitan a decir “lo nuestro tenía más mérito”. Son padres que se han quedado atrás en la evolución del fútbol.
PADRES PASOTAS. No se interesan por el niño. Les da igual la formación del niño, el entrenador, el club en el que están. No preguntan si han ganado o perdido. Se limitan a llevar al niño al entrenamiento y recogerlo cuando termina. Rara vez, se les ve presenciando un partido. Para ellos, es una obligación que su hijo entrene en un equipo.
MADRES. En todos los sectores de la sociedad se ha producido, afortunadamente, la incorporación de la mujer. El fútbol base no podía quedarse atrás en este avance social. Así, cada vez más madres acuden a entrenamientos y partidos de sus hijos. Sin ánimo de generalizar, su comportamiento es parecido al padre entrenador pero sin saber qué es un fuera de juego, un libre indirecto o un interior derecho.
VERDADEROS PADRES – VERDADERAS MADRES. Se interesan, a principio de temporada, por la formación que va a tener su hijo. Tratan de conocer al entrenador, la formación que tiene y el trato que le da al niño. Nunca interfiere en las decisiones, planteamientos, entrenamientos, ni partidos. Siempre mantienen una actitud discreta de apoyo, animan a su hijo y al grupo de forma elegante y digna de elogio, no crean presión innecesaria, dan motivación y seguridad. Animan y apoyan al equipo sin protestas, insultos o desaprobaciones a los integrantes del equipo, del rival o al colegiado. Siempre ofrecen su vehículo para el desplazamiento. Felicita a todos los jugadores del equipo y los anima si salen tristes porque han perdido. En definitiva, disfrutan del deporte a través de sus hijos.
Para finalizar, quiero transmitir un mensaje:
«Tenemos que ser conscientes de que somos una referencia para nuestros hijos».