Artículo. La diferencia entre creer que tu delantero es un perro o un gato
A todos nos vienen a la mente nombres de jugadores que no destacaban en un equipo y que con la llegada de un nuevo entrenador se convierten en estrella. O jugadores que rendían a grandísimo nivel y la llegada de un nuevo entrenador les condena al banquillo. ¿A qué se debe esto?
Por supuesto los aspectos tácticos y sistemas de cada entrenador tienen mucho que ver, pero este asunto tiene también una vertiente psicológica. Vertiente psicológica que podemos entender comprendiendo cómo interactúan entre sí 3 efectos psicológicos: efecto pigmalion, eficacia perceptiva y defensa perceptiva.
El efecto pigmalion viene a decir que, ante nosotros, las personas van a acabar comportándose tal y como esperamos que se comporten. Es decir, tenemos la capacidad, y más si somos el jefe, de condicionar sobre manera las conductas y rendimiento de una persona para que se ajuste a lo que esperamos de ella. Si esperamos que sea un gran delantero lo será, si esperamos que sea un lateral sin capacidad defensiva lo será, si esperamos que sea el conflictivo del vestuario lo será, si esperamos que sea el líder lo será etc. Para bien o para mal.
¿Y por qué ocurre esto?
Porque como nuestro cerebro es incapaz de procesar toda la información que recibe, se tiene que centrar en lo que considera más importante. De ahí que determinadas acciones pasen desapercibidas para nuestro cerebro y de otras siempre se de cuenta. Por eso, el cerebro sufre 2 efectos:
- Eficacia Perceptiva. En base a este efecto, si esperamos algo bueno de una persona nuestro cerebro sólo va a percibir lo que esa persona haga bien y pasará por alto todo lo que haga mal a no ser que sea muy, muy llamativo. De esta forma, reforzamos nuestras expectativas y si creemos que un jugador es un buen delantero pasaremos por alto sus fallos y ensalzaremos sus aciertos.
- Defensa Perceptiva. Lo contrario. Si esperamos algo malo de una persona estaremos atentos sólo a lo que haga mal. De esta forma, si esperamos que una persona sea la conflictiva del vestuario, cualquier acción que en otra persona pasaría desapercibida, cuando la haga este jugador la interpretaremos mal y nuestro cerebro nos reafirmará en nuestra expectativa.
¿Y cómo afectan estos efectos en la gestión de la plantilla?
Como nuestras expectativas como entrenador se van reforzando, nosotros nos comportaremos de diferente forma con cada jugador. Y a su vez el jugador, influido por nuestro comportamiento, tendrá unas conductas condicionadas que tenderán a reafirmar nuestra opinión. Por ejemplo:
Por cualquier causa o comentario aislado al poco de conocerse, el entrenador piensa que un jugador está descontento, que no comulga con sus ideas y que está deseando que lo despidan; ante ese pensamiento el entrenador se pone a la defensiva con el jugador, apenas habla con él, no lo considera de su confianza y lo va aislando; esto provoca que el jugador comience a encerrarse en sí mismo, a pensar que el entrenador le tiene manía y a no habla con él y quejarse de su situación con los compañeros… Sin darse cuenta, el entrenador ha contribuido con sus actos a que el jugador le reafirme su opinión inicial.
También puede ocurrir al contrario: el entrenador llega nuevo al equipo y piensa que un jugador en concreto es el líder del grupo, entonces le da galones, confianza plena, le perdona el error…; esto da lugar a que el jugador se sienta plenamente respaldado por el entrenador, se crezca, le respete y lo de todo por liderar a sus compañeros. De nuevo, en base al pensamiento prejuicioso del entrenador, se cumplen los pronósticos y ese jugador aunque no lo era, se convierte en líder.
Otro ejemplo: el entrenador piensa, y lo dice públicamente ante la prensa, que su delantero centro es un gato y que a cazar se va con perros. Lógicamente, ese delantero centro hace menos goles esa temporada que cuando viene un entrenador y dice que no quiere fichar otro delantero centro porque considera que este es de los mejores del mundo y le reta a meter 25 goles.
Así pues, los entrenadores tienen un poder extraordinario. Tienen la capacidad de que sus jugadores se vean a sí mismos como él los ve. Hay que manejar adecuadamente este poder. Y hay que saber de la existencia de estos efectos para utilizarlos en el bien de equipo, para conseguir con ellos que los jugadores se vean, gracias a ti, más grandes, más capaces.